Durante años quise hacer un viaje solo, pero siempre encontraba una excusa  para aplazarlo. Finalmente, en el 2006, me decidí a hacer el Camino de Santiago desde Burgos, pues no disponía de suficientes días como para hacerlo entero.

Después de preguntar, y dejarme aconsejar sobre cómo hacer el Camino, y qué meter en la mochila, llegué a dos conclusiones: la primera es que para hacer tu camino, hay que hacerlo solo, principio que coincidía con mis intenciones; y la segunda es que hay que llevar el peso mínimo, ya que cada uno de los kilos que lleves te acompañará todo el camino. De hecho, cuando hice la mochila tomé como referencia las palabras de un amigo: “Los 'por si acaso' se quedan en casa, y si te hace falta algo, ya lo comprarás, que el camino pasa por muchos pueblos”.

“¡Buen camino!” Con estas dos palabras me bautizaron como peregrino los primeros caminantes con los que tropecé. Fue entonces cuando empecé a preguntarme por el sentido del camino, pues sentí que empezaba a formar parte de algo. Enseguida entendí que con ese saludo no sólo  se mostraba el deseo de que no tuvieras sobresaltos en el camino, sino también era el guiño que se hacían las personas que creían formar parte de algo especial.

A partir de entonces, y en los 20 días que estuve andando, una pregunta estuvo en mi mente: ¿qué es el camino? Las respuestas que obtuve fueron cada vez más elaboradas, a medida que lo conocía mejor. Fruto de mi formación científico-técnica, inicialmente, afronté la pregunta con toda la lógica y racionalidad que pude, como un ejercicio de física o de álgebra: problema a resolver, datos iniciales, variable a analizar, herramientas de cálculo susceptible de aplicar; y enseguida, me vi clasificando tipos de peregrinos, estableciendo relaciones entre ellos, buscando las motivaciones que tenían para hacer el Camino.

Pero las conclusiones a las que llegaba aunque muy interesantes, levantando incluso más de una risa cuando las comentábamos, no eran la respuesta que buscaba. Por eso, el siguiente paso fue introspectivo, pues quizás la respuesta no estaba en el entorno, sino en uno mismo.

Me di cuenta que en los días que había estado en el camino, me había sentido emocionado, decepcionado, enamorado, angustiado, enfadado, alegre, indignado. Como en un año de vida. Con el agravante de que recordaba con suficiente nitidez cada una de las situaciones que había vivido, dónde las había vivido, las personas con las que las había vivido, por qué había tomado una u otra decisión, hecho eso o aquello.
Me asusté. Porque en esos 20 días, pude descubrir con claridad mi YO.

Pero no era una vivencia introspectiva la que me permitía descubrir ese Yo, sino una experiencia vital. Entones tomé consciencia de que al emprender el camino naces en él, pues el Camino se transforma en mundo, la gente del Camino en pueblo, los amigos del Camino en familia, los albergues en casa, las etapas en escuela, las caminatas en trabajo. Es una vida intensa pero efímera. Y cuando terminas, heredas los recuerdos, las experiencias, las relaciones humanas.

Y esta herencia es la que te permite reflexionar con lucidez, porque está libre de la visión tendenciosa que te impone tu entorno habitual (en el camino este es efímero), y no tienes ni la distorsión ni la restricción con que te limita el tiempo, al analizar hechos acaecidos en un intervalo largo.

Por eso, ahora tengo claro qué es el camino: una oportunidad para conocerte mejor, una lección para la vida (hay que disfrutar del camino, porque del final sólo se puede disfrutar una vez) y una verdad vital (en la vida tienes que hacer tu camino).


Aclaraciones
Por  Camino de Santiago se entiende la ruta que lleva desde la casa de cada uno hasta Santiago de Compostela, y así debería ser, pero la mayoría de los peregrinos prefiere empezar a andar desde algún punto de los caminos históricos. Pues estas rutas están señalizadas, disponen de refugios y servicios destinados a los peregrinos.
De los caminos históricos el más conocido es el Camino Francés, esta es la ruta que durante siglos han seguido la mayoría de franceses y europeos que peregrinan a Santiago, una vez atravesaban los Pirineos. Éste transcurre desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela, atravesando las provincias de Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y A Coruña.


Mi consejo
Creo que de todos los caminos históricos, el Camino Francés es en el único que se dan las condiciones para vivir el camino tal como lo describo en el texto. Pues es el camino más transitado y el que dispone de más refugios o albergues.

El hecho de disponer de un albergue cada pocos kilómetros hace posible que cada peregrino programe las etapas según sus posibilidades o sus intereses. Además, la gran afluencia de peregrinos permite tener una rotación social diaria.
La mayor parte de los peregrinos hacen entre 20 y 30 kilómetros al día, por lo que es interesante amoldarse a estas distancias, para coincidir con asiduidad con otros peregrinos conocidos con anterioridad, y no quedar siempre descolgado o estar sobrepasando continuamente a todo el mundo.


Otra condición importante para vivir el Camino con toda su intensidad es la forma de hacerlo. El camino se puede hacer a pie, en bicicleta o en caballo. Pero lo más aconsejable es hacerlo andando, pues nos permite tener un contacto humano mucho más intenso.